A sus 28 años de edad, Carolina es arquitecta de profesión con maestría en Diseño de Interiores en Florencia, Italia, además de artista visual, carrera con la que siente mucha paz y felicidad, especialmente, cuando percibe que cada trazo y color se convierten en una expresión terapéutica para su vida; por ello, no solo decidió retomar seriamente esta pasión, sino también alcanzar una gran meta: definir su estilo, que le ha permitido conquistar importantes galerías y espacios en nuestro país
Dulce Pérez Colmenárez. Fotos por Juan Vírgüez
Desde niña, ha demostrado su entusiasmo por la pintura y el dibujo, expresiones que conoció gracias a su padre. “Él estudió Arte en Milán, Italia, por lo que desde que tengo memoria íbamos a museos, veía sus cuadros y me conversaba mucho sobre su carrera. Luego, decidí estudiar Arquitectura en la universidad, aunque sabía en el fondo que, de alguna u otra manera, el dibujo y la pintura retornarían a mí: un día, llegó la pandemia, volví a pintar y ahora no lo pienso dejar”.
De esta forma, recordó nuevamente su magnetismo por el impresionismo, sobre todo, por uno de los creadores de este movimiento: Claude Monet. “De sus obras, me encantan sus colores y la emoción que transmite en ellas. A mi parecer, ambos queremos enviar el mismo mensaje a pesar de que nuestros estilos son completamente diferentes. También me gusta mucho el surrealismo, me parece un poco loco y divertido a la vez”.
En Panamá, siente gran alegría por las obras de María Camila Bernal (mejor conocida como “Remedios”), Jairo Romero, Mónica Lokan, Daniela Goldfarb… solo por mencionar algunos. “De artistas internacionales, me fascina Cecily Brown. Tuve la oportunidad de ver sus cuadros en el Museo Louisiana de Arte Moderno en Copenhague, Dinamarca; aunque, sin duda, el artista plástico más importante del mundo para mí es mi papá, Manuel Jaén, quien también ha sido mi tutor en todo este camino”.
“Cuando pinto, siento tranquilidad, felicidad y mi mente se despeja. Es una sensación muy linda, que me encantaría que mis espectadores también sintieran”
Gran maestro, cuya guía y conocimiento la han ayudado a conquistar importantes espacios panameños, como las galerías Habitante e Imagen. “También trabajo por comisión, conociendo el tamaño y los colores que requiera el espacio. Es una manera que me encanta, porque así puedo tener una noción sobre dónde irá la obra y para quién es. En cuanto a los formatos, he pintado desde miniaturas hasta enormes piezas. Estas últimas me cautivan mucho, ya que siempre son un reto… ¡más para mí, que soy chiquita de estatura! Es increíble el sentimiento que me transmite ver algo tan grande pintado por mis manos”.
Obras que ahora dejan ver una personalidad especial a través de paletas de colores en armonía, balance visual y formas naturales con líneas geométricas, que se inspiran en su profesión como arquitecta. “Lo más difícil como artista es encontrar tu propio estilo, una que te simpatice, nunca te haga aburrir y, especialmente, te identifique. Cuando volví a pintar, luego de muchos años en pausa, lo hice sin expectativa alguna; y es que todavía no tenía claro mi estilo. Proceso que me tomó un período de tiempo hasta que di con lo que quería proyectar”.
“He tenido la oportunidad de crear un proyecto de interiores desde el concepto de la idea hasta llevarla al plano real, complementándola con mi arte. Detalle que, para mí, se ha convertido en la cereza del pastel”
Y esa expresión recibió un excelente recibimiento, que se hizo sentir en los comentarios del público que asistió al State of Art 2021, evento que se celebró en el Luxury Avenue del Multiplaza Panamá y que contó con Carolina como una de las cinco artistas participantes. “Para 2022, tengo varios planes en mente tanto para Centroamérica como para Europa. ¡De solo pensarlos, mi corazón se emociona! Uno de ellos será con mi papá, detalle que lo hace aún más especial. Sabemos que son tiempos de resguardo, por lo que todavía nada es seguro, pero estamos superpositivos por que se cumplirán”.
Además de estas ideas, Carolina está pensando hacer obras con textiles, material que últimamente forma parte de su vida, gracias a su trabajo como interiorista. “Las telas me encantan, al punto de que son parte de mi inspiración a la hora de escoger las paletas de colores de mis piezas”.
Otra de sus musas es apreciar el propio espacio, habilidad que se ha convertido en una de las partes favoritas de su trabajo. “Suelo pedir fotos o que me den la oportunidad de ver el ambiente físico donde mis clientes desean colocar la obra. De esta forma, analizo tamaño, proporciones, colores y los complementos que puedan estar a su alrededor. Tareas que se me dan muy fácil, pues considero que tengo un ojo crítico por naturaleza, cualidad que practico todos los días desde que comencé a estudiar Arquitectura, carrera que me ha ayudado a enfocarme en cada detalle”.
Actualmente, a estas aristas de inspiración se les debe sumar una muy dulce: el amor, que consolida de la mano de su esposo Cristian Vargas. “Es mi novio desde la escuela y uno de los primeros en tener una obra o dibujo pintado por mí. Desde hace 15 años, me ha apoyado en todo lo que me propongo y me ayuda muchísimo en manejar mejor mi tiempo, a fin de tenerlo todo listo en el estudio para cuando deba pintar. Por lo general, si está conmigo cuando estoy trabajando, le pido su opinión sobre lo que piensa acerca de algún detalle. ¡Sus respuestas son muy cómicas y tiernas! Es mi mejor amigo y compañero de vida, estoy muy feliz de este nuevo capítulo juntos”.
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