El restaurante de Jaime Rodríguez es ya un referente en la ciudad de Cartagena, Colombia. Desde allí explora la diversidad del territorio y la mezcla de influencias que recoge la gastronomía local
Corina Briceño. Fotos por cortesía del restaurante Celele
Pionero en darle protagonismo al producto criollo, en ponerlo a brillar en cada uno de los platos que sirve, Jaime Rodríguez es la cara de Celele, el restaurante que abrió hace casi seis años con la misión de darle visibilidad a la cocina del Caribe colombiano.
Jaime es de Boyacá, un pueblo situado entre las montañas de los Andes. Lo de cocinar se le dio bien desde joven, pues el talento lo heredó de su madre que preparaba pasteles y grandes banquetes para eventos como una manera de sobrevivir y criar a sus seis hijos.
Luego de estudiar artes culinarias en una escuela pública, Jaime trabajó en algunos hoteles de Bogotá, luego vivió en el País Vasco, España, donde sumó experiencia con reconocidos chefs y pasó una temporada en Panamá junto con el también cocinero Jorge Rausch; pero su destino estaba en Cartagena, donde volvió para quedarse. La calidez de la ciudad le recordaba a su Boyacá natal, y fue así como emprendió Proyecto Caribe Lab y se lanzó a recorrer el territorio entero en lancha y en bus para conocerlo y entenderlo.
El Caribe es una región muy biodiversa en su cultura y geografía que inspira y se presta para soltar la creatividad, apelando a las diferentes influencias que forman parte de la gastronomía local: la indígena, la española, la africana, la inglesa y la árabe, según explica Jaime.
La casita azul
En una calle de Getsemaní, ese barrio que llama la atención por su colorido arte callejero, sus viviendas coloniales, puestos ambulantes de frutas y balcones con flores, está Celele, la casa que todos reconocen por su fachada de color azul intenso que figura en numerosas selfis y fotografías.
En su interior, el Caribe habla por las paredes con pinturas que retratan su naturaleza abundante, cuadros de artistas locales, lámparas de mimbre, mesas de madera y una cocina abierta pero diminuta que deja ver el ajetreo del servicio.
Los platos del chef conjugan esa vistosidad que lo rodea. Él se esmera no solo en su presentación, sino en contar una historia a través de sus ingredientes. Además de privilegiar el producto local y aprovecharlo al máximo, las frutas y flores juegan un papel importante, al igual que el mestizaje de culturas que caracteriza al costeño.
Un ejemplo es la burrata de leche de búfala con sandía asada, gazpacho de flor de Jamaica, hojas de ciruela costeña, pepino blanco y sorbete de moringa o la ensalada de flores caribeñas con fruta de marañón encurtida, crema de nuez de marañón, nuez de marañón tostada, verdes frescos y vinagreta de flor bastón del emperador con gulupa (granadilla).
A lo largo de sus años de investigación, Jaime ha logrado catalogar alrededor de 400 ingredientes que anteriormente no eran valorados ni considerados en las cocinas. También ha conectado con cooperativas agropecuarias, como Asocoman y Fundación Granitos de Paz, que viven de lo que siembran y trabajan de manera independiente. Una labor que ha impulsado económicamente a muchas familias y, a su vez, ha permitido que la cocina del Caribe colombiano tenga el lugar que merece.
Agradecimientos a:
Celele
Carrera 10c #29 – 200, calle del Espíritu Santo
Cartagena, Colombia
Instagram: @celele_restaurante
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