Madeleine Riande: Explora la libertad del arte
Madeleine siempre fue una persona libre que logró expandir exponencialmente su creatividad dentro el mundo del Diseño Industrial al entender que esta disciplina se basa en comprender a un usuario para resolverle un problema por medio de un objeto y, gracias a su constante inventiva, siempre tiene la autonomía y la soltura necesarias a la hora de darle vida a un elemento, ya sea desde una lámpara hasta un robot que baila en la cocina, porque, en su mundo, todo es mágico

Dulce Pérez Colmenárez. Fotos por cortesía del artista
Madeleine, mejor conocida como MaD, creció con un papá coleccionista de arte y que amaba transformar su hogar en un museo. Con esa particularidad, comenzó a entender que un objeto puede ser solo ornamental o convertirse en funcional. Así fue descubriendo el mundo del Diseño Industrial, donde un elemento puede despertar interés de acuerdo con la perspectiva del ser humano.
Al estar en contacto desde temprana edad con las artes, fue comprendiendo que su cerebro está en constante cambio, por lo que exploró distintas expresiones artísticas para mostrar el funcionamiento de este órgano desde su perspectiva, trabajo que ha tomado buena porción de su obra.
“Siendo el cerebro la parte más compleja del ser humano, creo que es imposible mostrar su labor y los traumas que pudiera sufrir con el paso del tiempo mediante una única disciplina (además, si solo pintara, me aburriría). Mis ideas surgieron por medio de mis mayores inspiraciones: mi director de cine favorito David Cronenberg, la artista contemporánea Mika Rottenberg, mi estímulo Louise Bourgeois y mi principal fuente de investigación, el neurólogo David Eagleman. Lo demás todo surgió orgánicamente”.
De esta forma, fue afinando conceptos que se convirtieron en interesantes exposiciones en Panamá y Estados Unidos. “En nuestro país, es difícil admirar el arte de una forma más mental, ya que no todos reciben la misma educación para entender que lo artístico no es solo color o formas bonitas; y yo, particularmente, no deseo hacer cosas prittys. En cambio, la gente de Nueva York, donde cursé mi maestría y vivo actualmente, validó mi trabajo a un nivel metafísico que me permitió no solo entenderme, sino también impulsar mi obra para que entrara a una fase más intelectual. Así, comencé a comprender que el arte es personal; y entre más personal, más real. Yo quiero hacerlo real”.