Fotografía gastronómica a través del lente arquitectónico
- AUNO PANAMÁ

- 9 abr
- 3 Min. de lectura
La fotografía y la arquitectura comparten un proceso creativo allende la simple representación de la realidad. Ambas requieren visión clara, planificación meticulosa y gran sentido de composición, proporción y luz. Al fotografiar alimentos, buscamos capturar la apariencia del plato, transmitir su esencia e historia y evocar una experiencia sensorial en el espectador. El maestro tras el lente se convierte en creador, intérprete y comunicador, con un enfoque similar al del arquitecto diseñando un proyecto

Texto por Leticia Esteves y Gonzalo Picón| Fotografía por Gonzalo Picón | Foodstyling por Leticia Esteves
Todo plan comienza con una idea: el diseño del plato, la selección de ingredientes y la disposición de estos de forma atractiva y apetitosa. Esta fase donde el chef, el foodstylist y el fotógrafo, al igual que un arquitecto, establecen el propósito de la imagen es esencial. ¿Qué historia contar? ¿Qué resaltar para transmitir frescura, textura y sabor del alimento? El equipo visualiza cómo comunicar la calidad, riqueza y armonía de la comida a través de la imagen.
Como en el diseño arquitectónico, esta fase puede involucrar un esquema o guion visual. El uso de la paleta de colores, la elección de ingredientes y la disposición en el plato se comparan con los primeros trazos en un plano arquitectónico. Cada decisión contribuye al propósito final: capturar la esencia del plato de manera única.

Una vez la visión está clara, el siguiente paso es la composición. En arquitectura, esta implica decidir cómo combinar elementos estructurales para formar una obra coherente y funcional. En fotografía, esto se traduce en elegir el ángulo, la perspectiva y la relación entre los elementos dentro del encuadre. La armonía entre ingredientes, espacio negativo y líneas que guían la mirada son factores determinantes.
Las texturas, ángulos y proporciones son fundamentales para una foto efectiva. El artista sabe que, igual que en la edificación de un espacio, la clave está en encontrar el equilibrio visual; por ello, el uso de superficies limpias, la alineación de ingredientes y el contraste de colores juegan un papel cumbre en la obra.
La luz es crucial en ambas disciplinas. En fotografía, la iluminación tiene un impacto significativo para transformar un plato, resaltar su textura y darle vida. En arquitectura, esta puede crear diferentes efectos dentro del espacio.

Sombras, dirección de luz e intensidad influyen en la percepción y presentación. La luz lateral o trasera crea texturas dramáticas en la superficie de los alimentos, mientras que la iluminación difusa transmite sensación de frescura y delicadeza. Un edificio es más que la suma de sus materiales, una buena foto capta la atmósfera del plato, lo que invita a experimentar el sabor, la frescura o el calor de la comida con solo mirarla.
La postproducción equivale a la fase de desarrollo del proyecto, el momento de pulir la imagen. En arquitectura, esto implica revisar y ajustar planos, incorporar detalles buscando perfección.

En fotografía, se trata de ajustar la exposición, mejorar contrastes, corregir colores, texturas y destacar elementos utilizando herramientas digitales para asegurar que cada uno esté perfectamente alineado para generar el impacto deseado. A través de una edición sutil se puede resaltar la jugosidad de la carne, la frescura de una ensalada o el brillo de una salsa, lo cual crea una imagen 100% apetecible que cuenta historias.
Fotografiar bajo los preceptos de la arquitectura es un proceso detallado que refleja el mismo cuidado y visión que diseñar un proyecto arquitectónico. El fotógrafo de alimentos y el arquitecto buscan crear una narrativa visual que conecte al espectador con la experiencia que quieren transmitir de forma profunda y significativa.
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