Redescubre tu ciudad, reconéctate contigo
- AUNO PANAMÁ
- hace unos segundos
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Vivimos atrapados en agendas apretadas, urgencias constantes y la sensación de que el placer debe esperar a “cuando haya tiempo”; pero ese tiempo nunca llega, a menos que lo hagamos intencionalmente. ¿Y si cambiamos la forma en que experimentamos nuestros días libres?, ¿y si recorremos nuestra ciudad como turistas, con ojos curiosos y abiertos a la belleza de lo cotidiano?

Karina Romero. Fotos por Luis Gómez @gomezsufilms
Nos han enseñado que para descansar hay que viajar lejos, alejarnos por completo, pero la verdadera desconexión no depende del destino, sino de la mirada. Desayunar en ese café que siempre vemos de lejos, caminar por calles distintas, sentarnos en un parque sin chequear el celular… Esos pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia.
En mi camino hacia una vida más equilibrada, aprendí que el descanso no siempre se encuentra en la inactividad, sino en la calidad de nuestra presencia. Prácticas simples como planear una clase, ordenar un espacio o cocinar en silencio pueden convertirse en actos de bienestar si los vivimos con intención.

El problema está en que, muchas veces, la rutina se impone: hacemos mercado, atendemos a los niños, respondemos correos y llamadas, nos preparamos para el día siguiente… y, al final, sentimos que no paramos. Incluso quienes trabajamos desde casa caemos en la trampa de estar siempre disponibles y sin un verdadero descanso, pero esto tiene consecuencias. Según la investigadora Ashley Whillans de Harvard Business School, perdemos más de 30 días productivos al año por efectos del estrés y el burnout. No hacer pausas no solo merma nuestro rendimiento, sino que afecta nuestra salud, relaciones y creatividad.

Por eso necesitamos replantear lo que significa descansar. No se trata de hacer menos, sino de transformar el enfoque: en lugar de vivir en automático, podemos convertir los fines de semana en un espacio de reconexión. El descanso no siempre está en la inactividad, sino en la calidad de nuestra presencia. Organizar un espacio con intención, cocinar sin prisa, planificar una actividad con disfrute… gestos simples que, si los vivimos desde el bienestar, nos devuelven el equilibrio.
¡Haz la prueba! Vístete como turista en tu propia ciudad, visita un mercado local, prueba sabores nuevos, observa los rincones que siempre pasas por alto. Imagina que es la primera vez que caminas por este lugar. Deja que el asombro te guíe.
Descansar no significa hacer nada, es hacer algo distinto, que nutra y nos recuerde que la vida es más que listas de pendientes. Basta con una caminata tranquila, una conversación sin prisa o un rato a solas para recuperar la calma.

No requieres gastar mucho ni planificar con semanas de antelación. Solo necesitas darte permiso. La ciudad sigue ahí, esperando que la observes diferente, que la vivas desde otro lugar: desde la calma, desde el gozo.
Tomarse una pausa no es un lujo, es una necesidad. Y cuanto más conscientes seamos de esto, más fácil será construir una vida con sentido, la cual no solo se mueve por la productividad, sino también por la felicidad.
Este fin de semana, intenta algo nuevo: conviértete en turista de tu propia vida. Así que cambia de ruta, respira hondo y escoge el disfrute.
A veces, no hay que ir muy lejos para volver a uno mismo.
Con cariño, Kari
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